24.9.16

Heleni HaMalka


Casa en la jerosolimitana calle Heleni Hamaka, decorada por Galit Adler





























29.8.16

TIERRAS Y PROMESAS

Columna Arte e Identidad, por PASSEPARTOUT
Verção portuguesa

Rio de Janeiro, Espaço Alcazar, Mariano Akerman: Expressões em Copacabana, junio-julio de 2016. Collage digital con detalles de diecisiete obras de Akerman

Abraham contempla las estrellas es un trabajo gráfico realizado por Ephraim Moses Lilien para ilustrar la edición alemana de Los libros de la Biblia (1908). Se trata de una escena crucial para la identidad del pueblo hebreo. En esa imagen, Lilien introduce al primer patriarca de Israel quien, obedeciendo las palabras del Señor, mira al cielo y cuenta las estrellas, ya que ellas ejemplifican su futura descendencia (Génesis 15:5).


Ephraim Moses Lilien, Abraham contempla las estrellas, 1908

Tradicionalmente, es a partir de ese momento que se establece el Pacto (Brit) entre Dios y Abraham, de modo tal que Abraham será el origen de un pueblo que reconoce como su dios a Yahvé y dicha divinidad a su vez le entregará la Tierra Prometida en posesión perpetua al pueblo hebreo.

Durante más de tres milenios el pueblo hebreo reconoce, ama y cela al Creador del Universo como su única divinidad. La Tierra Prometida se materializó en el antiguo territorio Israel. Luego de veinte siglos de Diáspora, ella encontró nuevamente expresión en el moderno Estado Hebreo. Sin embargo, la “Tierra de Leche y Miel” conoció pocos y breves períodos de paz. En la actualidad, el Estado Hebreo es una nación independiente desde hace ya 68 años, pero en lo que concierne a reconocer a Jerusalén como su capital, única e indivisible, las naciones del mundo tienden sistemáticamente a distanciarse de ello, negándosela a Israel. Jerusalén parece condenada a ser a no más que un sueño.

Y soñada es también una ilustración desarrollada en 1989 por Chanan Mazal para Ezequiel 11: 16-17, texto que profetiza el futuro retorno del pueblo judío de la Diáspora, con el subsiguiente otorgamiento de la Tierra de Israel.

Chanan Mazal, Ilustración para Ezequiel 11, 1989

La imagen de Mazal no refleja la realidad jerosolimitana actual, sino que se limita a evocar a una antigua profecía bíblica. Siguiendo estrategias de representación medievales y presentando un mundo sin personas, Mazal incorpora el texto de Ezequiel en una configuración conceptual y concéntrica. En su centro ubica al Templo de Jerusalén, con sus utensilios de oro, y rodea todo con una muralla, simbólica de la Ciudad de David. Mazal invoca así los tiempos mesiánicos, caracterizados por la reconstrucción de la Ciudad Santa y el Templo. La muralla de Jerusalén es por otra parte cercada por un doble anillo hebraico con la profecía de Ezequiel y todo ello es a su vez último contenido por un anillo formado a partir de las fachadas de dieciséis sinagogas diaspóricas.

En la imagen de Mazal, la Diáspora es simbolizada por un conjunto de fachadas, estilísticamente diversas. Mas la esencia de las sinagogas diaspóricas es su estilo arquitectónico, sino en la preservación de la continuidad de la fe hebrea en el Texto Sagrado. Históricamente, con la pérdida de la independencia territorial y el segundo Templo de Jerusalén reducido a escombros, la única patria que tuvo el pueblo judío fue la Toráh. Significativamente, con o sin tierra, la Diáspora preserva aquella “patria portátil” durante más de dos mil años.

Oriundo de Estados Unidos, Mazal emigró alguna vez a Israel y residía ya en Jerusalén cuando realizó su ilustración para la profecía de Ezequiel en 1989. Se trata de un trabajo original, que responde a un punto de vista tradicional y es a su vez sionista. El autor representa una Jerusalén ideal. Tal Jerusalén forma parte de una visión que aún no se materializó. Si bien válida en términos de creencia, la profecía, cuando aún no cumplida, queda automáticamente relegada al plano de lo Imaginario.

En Ciudad del Señor, diferente es el abordaje de Jerusalén por parte de Mariano Akerman, quien desde Argentina llegó a Tierra Santa y residió en su capital durante algunos años. En 1991 Akerman pinta una ciudad que es percibida a través de un arco con el arpa de David. Mas la ciudad es contemplada desde cierta distancia. Sin embargo, Akerman incluye deliberadamente la Mezquita de Omar, el Muro Occidental y la Iglesia del Santo Sepulcro, todos en una misma ciudad. El autor alude con ello a la necesidad de un real diálogo interconfesional.

Mariano Akerman, Ciudad del Señor, 1992

Y en tanto que Mazal responde a una antigua aspiración del judaísmo, Akerman expresa un actual deseo de una coexistencia pacífica entre los creyentes de las tres religiones monoteístas. Mazal se centra en la profecía y representa un mundo en plena disección arquitectónica. Es como si Mazal adoptase el punto de vista de un Sumo Sacerdote de Israel ante el Santo de los Santos. Claro que ello no es aplicable en el caso de Akerman, para quien Jerusalén es un lugar a ser aún descubierto, un lugar esencialmente diverso.

Mariano Akerman, Credo, 2012

Credo es un collage realizado por Mariano Akerman en 2012. El trabajo se compone de dos sectores, ambos con fondos de color tierra. El sector derecho presenta doce cuadrados marrones, cada uno de ellos provisto de una letra hebrea iud [י], representada en color y textura que le son propios. El sector izquierdo del collage muestra una planta con siete hojas y cuya raíz tiende a insertarse entre dos áreas rectangulares policromas. En Credo, el motivo de la derecha evoca al pectoral del Sumo Sacerdote de Israel, caracterizado otrora por sus doce piedras distintivas y representando a las doce tribus israelitas. La menorá o candelabro hebreo de siete brazos es por otra parte el referente de la planta que figura sobre la izquierda del collage. Con todo, en la imagen de Akerman, las piedras se han vuelto semillas multicolores y la menorá se ha transformado en una especie de planta danzante. En Credo, los materiales inertes de los tiempos bíblicos se han vuelto la materia orgánica del día de hoy. Las doce iudim simbolizan así al pueblo de Israel (iehudim), mientras que la planta danzante, por tener su origen en la menorá, puede ser asociada a nociones tales como creación y/o creatividad.

El título de la obra—Credo—funciona como un manifiesto personal, donde semillas y planta son las protagonistas de un trabajo que celebra respectivamente las nociones de pueblo hebreo y creatividad. Lo significativo en este caso es el que la Tierra Prometida sea evocada a través de los fondos de color marrón. Nos preguntamos: ¿podrían las semillas y la planta llegar a desarrollarse plenamente de no existir una Tierra Prometida como telón de fondo?

Según Akerman, Credo fue realizado al pie del Himalaya, pero adquirió un nuevo significado en Brasil:

En cierta oportunidad visité el Museo Judaico de Río. Es un lugar donde se aprende acerca de las tradiciones hebreas y la historia de las comunidades judeo-brasileras. El Museo posee una pequeña colección de Judaica. Los textos sagrados y objetos litúrgicos propios del judaísmo son allí acompañados por el traje de una novia sefardí, las alcancías que recibían las donaciones para plantar árboles en la Santa Tierra y los inquietantes ‘pijamas’ que eran obligados a portar quienes hacían trabajos forzados en los campos de concentración. La muestra culminaba con algunos cuadros, sombríos en su mayoría, y referentes todos ellos al Exterminio. Noté también la biblioteca del Museo. Entre sus volúmenes llamó mi atención uno dedicado a las empilonadísimas tumbas del cementerio de Praga. Sentí tristeza. Y pensé que sería bueno que el Museo poseyese algún trabajo que celebrara la Vida. Por eso decidí que, cuando fuese oportuno, Credo le sería otorgado al Museo Judaico. Allí, mi obra bien podría detonar múltiples pensamientos en los visitantes: pensamientos ligados a las nociones de plantar, crecer, dialogar, compartir, ser. En fin, el Museo contaría con un trabajo propiciatorio para una dialéctica de la Esperanza.

Credo fue recientemente donado por su autor al Museo Judaico do Rio de Janeiro y forma actualmente parte de la colección permanente de dicha institución carioca.




Columna Arte e Identidad

PASSEPARTOUT. Artista plástico, arquitecto e historiador del Arte. Investigador sudamericano especializado en comunicación visual. Conferencista independente com 12 premios internacionales en Arte y Educación.

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Expressões hebreias de vanguarda
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1.5.16

EXPRESIONES HEBREAS DE VANGUARDIA

Columna Arte e Identidad, por PASSEPARTOUT
Verção portuguesa

Sonia Delaunay-Terk, Prismas eléctricos, 1914

En el arte, vanguardia (avant-garde en francés) se refiere tanto a la actitud moderna de ciertos artistas, así como a la naturaleza experimental e innovadora de sus obras de arte. El arte de vanguardia desafía, altera y redefine los límites de la norma establecida y de los valores estéticos. Desarrolladas entre 1830 y 1930, las vanguardias artísticas europeas constituyen un rasgo prominente de la modernidad en Occidente. Su rasgo principal es la libertad de expresión, involucrando ello actitudes no conformistas, la ruptura de modelos estéticos hasta entonces dominantes, la reestructuración de la obra de arte a través el uso de recursos formales novedosos, el interés por asuntos inéditos, la exploración de cuestiones por lo general poco conocidas, la experimentación de nuevas modalidades expresivas e incluso el abordaje de ideas y valores habitualmente considerados “tabú”.

Debido a ello, el arte de vanguardia conlleva tanto la trasgresión como la reformulación del orden establecido, dado que el artista moderno está absolutamente convencido de la importancia de su intervención y dispuesto a sacrificarlo todo a fin de lograr la ya mencionada libertad de expresión. Desde antes de los albores del siglo XX, los artistas de vanguardia trabajan como verdaderos pioneros culturales. A menudo, su quehacer va de la mano de un considerable interés, compromiso o incluso activismo dentro de los movimientos sociales y políticos de su época.

Históricamente hubo un gran número de artistas hebreos de vanguardia en Europa.

A través de sus retratos de rabinos y judíos europeos, Isidor Kaufmann dejó de lado al Segundo Mandamiento, específicamente su prohibición de representar todo aquello que existe sobre la tierra. Pero, paradójicamente, el impecable realismo desarrollado por Kaufmann respondió a un objetivo personal al que ese artista se refirió en 1917: "Llegué a ser el pintor del judaísmo. Siempre busqué glorificarlo y exaltarlo. Me esmeré en revelar su belleza y nobleza".

Destacados pintores impresionistas, Camille Pissarro y Max Liebermann se interesaron por su parte en la incidencia de la luz y los efectos atmosféricos sobre el mundo visible. Ello los condujo a realizar buena parte de su obra no en el taller, sino al aire libre.

La fascinación para con máscara africana jugó un papel considerable en la producción artística de Amedeo Modigliani, Man Ray, Otto Freundlich y Jacob Epstein.

La forma y el color fueron expresadas libremente en las pinturas de Chaïm Soutine, Issachar Ryback, Sonia Delaunay-Terk y Marc Chagall. En términos escultóricos, significativa fue la contribución de Jacques Lipchitz. Con todo, en la obra de El Lissitzky fue donde el arte figurativo llegó a volverse arte abstracto. Como digno representante de la Bauhaus y su celebración de la Estética de la Máquina, Lásló Moholy-Nagy cultivó en sus obras la abstracción geométrica, en tanto que Naum Gabo y Anton Pevsner articularon esculturas abstractas a menudo cinéticas.

El influyente modelo funcionalista moderno de que la forma debe someterse a la función fue puesto a prueba por la intervención de artistas tales como Man Ray y Meret Oppenheim. Regalo, es una escultura creada por Man Ray en 1921. Se trata de una plancha de hierro a la que el artista le ha agregado una hilera de clavos, tornándola así en algo antifuncional, ya que de “plancharse” la ropa con tal artefacto, uno no podría sino destruirla. Se trata de lo familiar vuelto inquietante. Tal aspecto reaparece en Objeto, escultura realizada por Oppenheim de 1936 y formada por una taza, con su respectivo plato y cuchara, forrados todos ellos en la piel de alguna bestia salvaje. Intencionalmente antifuncional, el Objeto de Oppenheim, al igual que el Regalo de Ray, involucra una especie de juego con lo familiar, pero lo vuelve inquietante. Regalo sugiere agresividad, en tanto que Objeto parece ser el resultado de extrañas asociaciones oníricas. Mientras que Regalo habla de la anarquía propia del movimiento Dadaísta, Objeto pertenece al lirismo poético del Surrealismo. Y, si bien cáusticas (cuando no grotescas), ambas obras de arte son sumamente originales y modernas. Es más, ellas son notables expresiones de vanguardia y también acabados ejemplos de la proverbial dialéctica hebrea.

La experiencia hebrea con el arte moderno
Expresiones de vanguardia. De izquierda a derecha y de arriba hacia abajo: Chagall, El violinista verde, 1923; Kaufmann, Retrato de joven, c. 1900; Modigliani, Cabeza de mujer, 1911-12; Delaunay-Terk, Prismas eléctricos, 1914; Liebermann, Cervecería en Brannenburgo, 1893; Pissarro, Valhermeil, 1874; El Lissitzky, Proun 1B, 1917; Moholy-Nagy, AM 7, 1925-27; Gabo, Construcción cinética: onda vertical, 1919-20; Man Ray, Regalo, 1921; Oppenheim, Objeto, 1936.


La experiencia hebrea con el arte moderno
Expresiones de vanguardia

1. Romanticismo

Moritz Daniel Oppenheim
Retrato de Charlotte de Rothschild, 1836

2. Costumbrismo

Oppenheim, El regreso del voluntario judío, 1833-34

3. Orientalismo

Lilien, "El Pacto de Abraham", Die Bucher der Bible: Das erste Buch Mose, 1908

4. Realismo

Isidor Kaufmann, Retrato de un joven, c. 1900

5. Impresionismo

Camille Pissarro, Valhermeil​, Auvers-s​ur-Oise, 1874

6. Primitivismo

Modigliani, Cabeza de mujer, 1911-12

7. Orfismo

Delaunay-Terk, Prismas eléctricos, 1914

8. Abstracción: Constructivismo

El Lissitzky​, Proun 1A: Puente, 1917

9. Abstracción: Bauhaus

László Moholy-Nag​y, K VII, 1922

10. Abstracción: Cinetismo

Naum Gabo, Construcción cinética, onda vertical, 1919-20

11. Dadaísmo

Man Ray, Regalo, 1921

12. Surrealismo

Méret Oppenheim, Objeto (Desayuno en piel), 1936




Columna Arte e Identidad

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Otros recursos de posible interés

Judaísmo y cristianismo
La Crucifixión Blanca
Arte "Degenerado"
• Arte y diálogo interreligioso

Issachar Ber Ryback - commons

14.1.16

EXPERIENCIA JUDÍA Y ARTE MODERNO

Columna Arte e Identidad, por PASSEPARTOUT
Verção portuguesa

Samuel Bak, Fuente de energía, 1989

La noción de modernidad en el arte judío está ligada a una profunda transformación en las comunidades judías europeas conocida como Haskalá, el Iluminismo judío. En hebreo, el terminó haskalá significa "educación". La Haskalá fue un movimiento socio-cultural que se desarrolló en dichas comunidades a fines del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX. La Haskalá promovió los valores emanados del Siglo de las Luces, procurando integrar a los judíos en las sociedades modernas. Incentivó asimismo una educación basada en el hebreo y la historia judía, pero alentó también los diferentes conocimientos seculares, incluyendo ello el estudio de otros idiomas. En este sentido, la Haskalá se distanció de la tradicional escuela de estudios religiosos mosaicos (yeshivá) y promovió la integración del pueblo judío dentro de contextos seculares, dando así lugar al primer movimiento político judío y a una verdadera emancipación en la esfera socio-cultural.

Moritz Daniel Oppenheim
Retrato de Charlotte de Rothschild, 1836

Caídos los muros de los guetos tras la Revolución Francesa, la cuestión identitaria pasó a ser un tema de amplio debate dentro de las comunidades judías. Como registro de la experiencia humana, las artes visuales proporcionan un valioso testimonio acerca del dilema del pasado frente a las ventajas que ofrecía la integración en contraste con los riesgos propios de la asimilación que involucraba el gradual deterioro o incluso la pérdida de las tradiciones ancestrales. Significativamente, lejos de ser ningún tópico fosilizado, tal dilema continúa aún hoy siendo vigente y encuentra también su correspondiente reflejo en las artes plásticas.

Estampa con Las etapas de la vida de un judío, Alemania, 1905-1910. La cromolitografía en cuestión pertenece tanto al arte asquenazí como al folklore visual del pueblo judío pero sin ser un objeto ritual del judaísmo. Nótese que la "lectura" de esta imagen —que incorpora una inscripción con cuatro palabras alemanas— solo tiene sentido si se hace de derecha a izquierda, tal como sucede con los textos que presentan caracteres hebreos. La inscripción alemana Von Stufe zu Stufe significa "De una etapa a otra".

Antes de la Emancipación de 1806, que tuvo lugar en Europa a partir de las conquistas napoleónicas y la implementación de los Derechos del Hombre heredados de la Revolución Francesa, difícilmente existieron artistas judíos seculares en el Viejo Continente. Entre las rarísimas excepciones, destacado fue Solomon Adler, quien consiguió trabajar con éxito como retratista en Milán durante el siglo XVII.

Adler, Autorretrato, c. 1680

Fue a partir del siglo XIX que un cauteloso pero paulatino avance del arte judío tuvo lugar en Europa. Los artistas hebreos se dedicaron a la pintura y escultura, expresándose en los diversos leguajes estilísticos del arte europeo. Ellos participaron y brindaron su propia contribución en corrientes artísticas tales como el Academicismo, el Romanticismo, el Realismo, el Impresionismo y prácticamente todas las tendencias del arte de vanguardia.

Experiencia judía y arte moderno

Uno los primeros artistas judíos de renombre fue Moritz Daniel Oppenheim, quien desarrolló temas tradicionales y escenas costumbristas en obras tales como Shabat, Pésaj, Sucot, Purim y Shavuot. Sus litografías fueron incluidas en Escenas de la vida de una familia judía tradicional, un exitoso volumen de 1866 y, consecuentemente, varias veces republicado. También costumbrista es el estilo de El regreso del voluntario judío de las Guerras de Liberación a su familia que aún vive según la tradición ancestral (1833-34), obra donde Oppenheim retrata el reencuentro del presente con el pasado. Es particularmente en dicho cuadro que el artista deja constancia de la nueva condición judía y las dificultades que ella involucra. Buscando integrarse dentro de la mayoritaria sociedad no judía, el protagonista judío de su obra intentó trascender los muros del viejo gueto y se enroló como voluntario en el ejército alemán: el uniforme que lleva puesto deja además constancia de su reciente participación en las Guerras de Liberación. Mientras que la hogareña escena de Oppenheim incluye numerosos artículos judaicos, el voluntario hebreo por su parte ha sido distinguido dado su valor en la batalla y porta por consiguiente la Cruz de Hierro, que es observada por su padre no sin cierta aprehensión. Indudablemente estos son los tiempos modernos y es precisamente aquí cuando la tradición se topa con la modernidad.

Oppenheim, El regreso del voluntario judío, 1833-34

En otra pintura costumbrista cuyo título es Una controversia cualquiera a partir del Talmud (1860-70), Carl Schleicher captura los gestos y actitudes de varios rabinos y judíos ortodoxos en pleno debate. El artista adereza con picardía las expresiones de convicción o rechazo, asombro o duda propias de los participantes del debate. Con todo, al retratarlos, Schleicher parece burlarse de ellos y casi llega a ridiculizarlos. El tema es en este caso tradicional, pero el motor que inspira la obra es osado y moderno, en tanto que relativiza y pone en cuestión el posible valor del debate talmúdico.

Schleicher, Una controversia cualquiera a partir del Talmud, 1860-70

Oriundo de Polonia, Maurycy Gottlieb fue aclamado por su cuadro Judíos orando en la sinagoga en Yom Kipur de 1878 (Museo de Arte, Tel Aviv). Pero no menos representativo de los cuestionamientos propios de ese pintor judío decimonónico es su Cristo predicando en la sinagoga de Cafarnaúm, trabajo comenzado también en 1878 y acabado un año más tarde (Museo Nacional de Polonia, Varsovia). Curiosamente, en 1876, Gottlieb se autorretrató no como Mordejai, sino como Asuero, el pagano monarca persa que esposó a Esther, la hermosa joven hebrea, a quien hizo su reina. En 1879, poco antes de morir, Gottlieb pintó dos retratos femeninos. Retrato de una mujer judía muestra una figura tradicional, algo distante y cuya mirada es esquiva, en tanto que su Retrato de mujer japonesa introduce una protagonista no solo más próxima al espectador, sino además con una mirada fija sobre los ojos de quien la contempla.

Gottlieb, Retrato de mujer japonesa, 1879

En Holanda, Jozef Israëls representó un lector judío al que se conoce como El rabino, pero ello de ningún modo le impidió al artista pintar también El pescador, La costurera y El zapatero. Relativamente tardía en la carrera de Israëls es su pintura Una boda judía (1903), obra que de hecho fue precedida por Niños en el mar (1872), Comida de familia de campesinos (1882) y Transporte de arena (1887), trabajos inspirados todos en cuestiones sociales, pero que no presentan ninguna especificidad judía.

Israëls, Niños en el mar, 1872

Destacado entre los impresionistas y divisionistas fue Camille Pisarro, cuyos iluminados paisajes en nada recuerdan ámbitos ligados a las tradiciones judías. Con todo, la apariencia y expresividad que caracterizan los Autorretratos de Pissarro sugieren un ser sensible y consciente de su propia condición judía. En esas pinturas, la triste mirada de Pissarro parece reflejar el injusto proceso al capitán Alfred Dreyfus y el resurgimiento del antisemitismo por toda Europa.

Pissarro, Autorretrato, 1900

Si bien un número considerable de artistas judíos emergió durante la segunda mitad del siglo XIX, la mayor actividad artística judía tuvo lugar inmediatamente después del fin de la Primera Guerra Mundial. Fue en ese entonces que los artistas judíos se incorporaron a los movimientos de vanguardia europeos e hicieron allí su aporte. Probablemente el renacimiento artístico hebreo tuvo su origen en el Quinto Congreso Sionista de 1901, donde fue incluida una exposición de arte con obras de artistas judíos, notablemente Ephraim Moses Lilien y Hermann Struck. Dicha exposición ayudó a legitimar el arte visual como expresión de la cultura judía. Destacada fue además la extraordinaria labor del pintor judeo-húngaro Isidor Kaufmann, quien realizó retratos de rabinos y judíos europeos, expresando en 1917: "Llegué a ser el pintor del judaísmo. Siempre busqué glorificarlo y exaltarlo. Me esmeré en revelar su belleza y nobleza, [haciéndolas a través e mi obra] también accesibles a los gentiles".

Isidor Kaufmann, Retrato de un joven, c. 1900

Aunque estilísticamente Kaufmann no fue un innovador, su mérito reside en haber retratado a la sociedad judía de su época con admirable realismo. Pero Kaufmann fue un caso singular y su clientela fue principalmente la burguesía judía de Europa, cuyas preferencias artísticas a menudo eran de corte conservador. La necesidad de abrirse camino en las sociedades cristianas condujo a no pocos artistas judíos a dejar de lado las tradiciones hebreas, en tanto que ellos aspiraban proyectar su arte hacia una dimensión universal. Ejemplo acabado de ello bien puede ser el arte de Amedeo Modigliani, cuya sensibilidad estética y originalidad plástica constituyen uno de los principales pilares del arte de vanguardia europeo. Sin embargo, ello parece no haber sido suficiente. Así, durante la apertura del curso Mavoh l'Omanut haYehudit (Introducción al Arte Judío), impartido en la Universidad Hebrea de Jerusalén en 1997, la profesora a cargo del mismo formuló una pregunta categóricamente insólita: "¿qué tiene de judío el arte de Modigliani?"

Modigliani, Retrato de Léopold Zborowski, 1919

De los escritos de Ziva Amishai-Maisels se desprende que la definición del arte judío en tiempos modernos es compleja. El arte judío moderno ya no está dedicado a glorificar al Creador sino que responde a una necesidad de autoexpresión por parte del artista. Según Maisels, "el arte judío tradicional consistía en objetos hechos para ser empleados durante el rito judío, pero actualmente el arte judío raramente se encuentra ligado a la comunidad judía. Al contrario, los artistas judíos están completamente integrados dentro del arte internacional secular e incluso contribuyen considerablemente en los movimientos de vanguardia artística. Existen artistas judíos que tienden a asimilarse e incluso aquellos que cuando se expresan como judíos, lo hacen de modos no tradicionales. Entre muchos de dichos artistas, la interacción entre los aspectos judíos y seculares de su arte es problemática. Ello ha llevado a investigadores y académicos a debatir si todos los judíos que son artistas producen arte judío o si éste se da sólo en aquellos artistas que expresan su identidad judía" (Modern Jewish Art, 2008).

Para Cecil Roth, el "arte judío" es un asunto que se remonta a los tiempos bíblicos. En cada etapa de su historia, nota, el pueblo judío se expresó a través de diversas formas de arte: cada una de ellas reflejando modos o estilos que pertenecen a los diferentes contextos en los que los judíos vivieron. Según Roth, los artistas judíos siempre se adaptan al medio que los rodea (The Jewish Attitude to Art, 1969).

Es menester indicar aquí que existe una importante diferencia entre el punto de vista de Maisels y aquél de Roth. En efecto, donde Maisels percibe asimilación, Roth detecta integración.

El debate sobre un posible arte "judío" moderno es retomado por Adrian Darmon, quien en su obra Alrededor del arte judío explica que: "Hablar de alguna especie de arte nacional no puede sino ser un asunto polémico, se trate ya de judíos o de quienes no lo sean. [...] Mientras que jamás ha habido controversia ninguna acerca del arte judío ritual, la polémica sobre la existencia de un verdadero arte judío [moderno] continuará" (2003), dado que la naturaleza del asunto es ya de por sí cuestionable.

Pissarro, Valhermeil, Auvers-sur-Oise, 1874

Debido a ello, la expresión "arte judío" tiende a volverse irrelevante en lo que respecta al arte moderno. Dentro de la polémica evocada por Darmon, decisiva es una noción introducida por Avram Kampf en 1984. A diferencia de otros historiadores, teóricos y críticos contemporáneos, Kampf sutilmente reemplaza la expresión "arte judío moderno" por "la experiencia judía en el arte moderno".

Modigliani, Cabeza de mujer, 1911-12

De los escritos de Avram Kampf emana que en el siglo XX, los judíos tuvieron que vérselas con migraciones masivas, adaptación, la Shoá y una vuelta a las raíces. ¿Cómo dejaron su marca tales experiencias en el arte moderno? Es una pregunta que parece haber quedado en suspenso, pero también una que encuentra numerosas respuestas en los escritos de Kampf. Este historiador y crítico del arte considera artistas activos en el movimiento moderno y aquellos cuya obra responde a la experiencia mundial en términos generales, pero refleja también temas y preocupaciones judías que han marcado la turbulenta realidad colectiva del siglo XX. Muchos de esos artistas, más allá de haber nacido en Europa o América, en Inglaterra o Israel, fueron inmigrantes o hijos de aquellos que emigraron desde el este al oeste. Ellos, o sus padres, lucharon para adaptarse y sobrevivir en ámbitos extraños y paisajes nuevos, en tanto que procuraban preservar su identidad cultural. Algunos fueron prisioneros en campos de concentración o sobrevivieron escondiéndose, otros habrían de construir y defender un hogar en la antigua tierra. Muchos de ellos provenían de familias profundamente arraigadas en la fe judía y la cultura hebrea. Como individuos, los artistas judíos que vivían en grandes ciudades participaron en los movimientos vanguardistas europeos. En la mayoría de los casos, el trabajo y la vida de dichos artistas no existieron en dos esferas culturales diferentes sino en una que incorporaba elementos de ambas. Sea cual fuere su situación individual o historia personal, pocos pudieron ignorar los decisivos eventos que sacudieron las fundaciones mismas de la existencia judía en el siglo XX. Como artistas, ellos reaccionaron ante un mundo donde los valores que daban sentido a la vida humana, tanto individual como comunitaria, fueron estirados a más no poder y puestos a prueba, para dar entonces lugar a resultados inesperados. Kampf estudió los casos de Mordejai Ardon, David Bomberg, Marc Chagall, R. B. Kitaj, Jack Levine, Amedeo Modigliani, Mark Rothko, Chaïm Soutine, y Max Weber, artistas cuya obra, como conjunto, constituye "una expresión del pueblo judío, la catástrofe que se avecina, la Shoá, Israel y las tradiciones religiosas, filosóficas y humanistas que se nutren de las fuentes hebreas". Indudablemente, Chagall es el artista judío de mayor reconocimiento a nivel internacional, habiendo producido una obra rica en referencias hebraicas pero también trabajos donde la imagen de Jesús acompaña el Éxodo y las sucesivas migraciones del pueblo de Israel. Kampf explora dichos artistas y su obra plástica como parte de una investigación cultural sobre la naturaleza y el significado de la contribución judía al arte moderno. El concepto de experiencia judía formulado por Kampf pone en evidencia la irrelevancia e incluso la esterilidad del debate acerca de la existencia o no de un posible "arte judío" en tiempos modernos, así como de la determinación de su supuesta naturaleza y eventuales alcances. Según Kampf, el arte de verdad transciende toda posible categorización, porque "la obra de arte no se ajusta a ninguna de las categorías conceptuales que el pensamiento racional construye", sino que contrariamente, "las hace explotar a todas" (The Jewish Experience in the Art of the Twentieth Century, 1984).



Coluna Arte e Identidade 1. Arte e Raízes
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Expressões hebreias de vanguarda
Boletim ASA 161, Julho/Agosto de 2016. Ano 28, Arte e Identidade 1 de Julho de 2016
Terras e Promessas
Boletim ASA 162, Setembro/Outubro de 2016. Ano 29, Arte e Identidade 29 de Agosto de 2016



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Otros recursos de posible interés

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